domingo, noviembre 27, 2005

Uno de los problemas que podemos atribuirle al lenguaje puede ser que no sirva para comunicar ni para relacionarse, pero el que más me ronda la cabeza es su abstracción. Lo primero, sería decir que es complicado hablar con la precisión que se merecería cada tema, tenemos diversos ejemplos en clase que ha dejado patente este problema, como el verdadero significado de algunas palabras. Segundo, nos permite teorizar hasta lo inimaginable, con lo que eso supone, abstracción elevada al cuadrado de la inseguridad de no saber si usamos correctamente las palabras o al menos en el mismo sentido que nuestros interlocutores. Confuso. Con todo he de confesar que me encantan los problemas del lenguaje, me gusta tener que ser riguroso con las que utilizo y con el sentido más universal que tengan. Perdón, dije universal y debí de decir radical (de raíz, de origen, de sentido primario).

Pues estas ideas son lo más cercano que me pasó por la cabeza en las reflexiones de la última clase (por cierto, clase es la mejor manera de decirlo, podría valer sesión, o habría alguna palabra mejor), en la que debatimos y reflexionamos sobre dos formas de interpretar la educación, el modelo estatistas y el liberal. Tenía la sensación de que el modelo-discurso liberal, sonaba a cuento de hadas. Un modelo educativo libre, sin trabas, donde uno se hacía así mismo, donde no había obligaciones y todos se regía por la maravillosa e invisible ley del equilibrio universal socio económico (esto último ha sido mi aportación irónica del día). Lo que iba diciendo, un modelo perfecto de increíble confianza en las personas, autónomo, libre, personal, creativo,…A esto es a lo que me refería antes, todas estas palabras podrían estar en mi boca y no me alarmaría pero el hecho de que estuvieran en la de alguien que temporalmente representaba un liberal me causaban esa sensación de incomodidad, como cuando estás ante el genio de la lámpara o ante el demonio que te compra el alma por x deseos. Es la inseguridad de “todo es muy fácil y bonito, en algún lugar estará la trampa”. No se si veréis la tele, pero hay un anuncio de caja Madrid, en la que un padre le ofrece a su hijo la posibilidad de elegir entre un deportivo amarillo y un “lo que sea azul”. Bien, soy de los que piensan que lo fácil y lo bueno así al alcance de nuestras posibilidades tiene contraprestaciones que no se ven y son más de lo que nos imaginamos. Y también soy de los que piensan que ante ofrecimientos claros, lo que parece malo tiene premio. Yo sería el atontado que cogería el “lo que sea azul” y me quedaría con cara de eso y con una mierda coche que para qué. Esto último ha sido un desbarré para intentar explicar que no me lo creo, que el discurso liberal, supone a la larga algo tan malo como la estatalización completa.

Lógicamente, o al menos eso me parece a mí, optaría por el camino aristotélico, un punto intermedio. Que se traduce en un control parcial del estado. Claro, pero esto es educación, en parte es absurdo hablar de que cambiaría la educación sino se modifica el sistema económico, social, laboral (o está dentro de alguno de los dos anteriores). Si alguien recibiera una educación exquisita y no se “validaran” estaría en seria desventaja para acceder a algunos puestos de trabajo. Y si no hubiera un control de esa educación, no sería absurdo pensar que alguien podría comprar unos conocimientos que en realidad no tendría y pondrían en duda su capacidad para desempeñar algunos puestos de trabajo. Antes de sufrir criticas, he de asegurar que el sistema actual tampoco garantiza esos conocimientos pero si da las mismas posibilidades a gente con preparación similar (más o menos, pero principalmente en cursos superiores)

El otro gran debate fue la libertad, que en el fondo parece un debate eterno que figura en todos los foros. Libertad de elegir o ser impuesto por el estado o por el “persuasor”. Al escribir esto me viene a la mente algunas frases que se utilizaron en los debates posteriores a ver algunos fragmentos de “La naranja mecánica”. En esas reflexiones se planteaba que las elecciones no eran algo tan voluntario, más aún en valores o principios, que no lo habíamos elegido. Si algo tan importante no lo hemos elegido, porque otro elemento importantísimo lo tenemos que elegir (es broma, era una pregunta curiosa que se me había pasado ahora mismo, imaginad, lo poco reflexionada que está).
Si a esta reflexión, añado, lo que parece una obviedad, que la educación es un proceso subjetivo, meditado, intencionado (que no sólo intencional) e incluso se usa la palabra manipulado.

¡Boom! Conflicto mental, por la última reflexión podría pensar que la persuasión es el elemento principal de la educación y así poderlo extender a lo social, que convivimos y vivimos persuadiendo y siendo persuadidos. Por la anterior, pensaría que es bueno un control, un que te vayan marcando por dónde, en aspectos importantes de la persona, por ejemplo, la educación. Me acabo de descubrir, que la reflexión anterior sobre si tenemos que elegir o no la educación, había más de lo que pensaba. De igual manera, habría un aspecto más allá en las dos situaciones, por qué un estado o persona que persuade o impone, ha de saber qué es lo que debe persuadir o imponer. Y no sólo el qué, sino tener claro que es lo bueno, lo correcto. Han pasado casi dos meses del inicio del curso y me encuentro en la misma situación, sé qué es lo correcto, basta con la contextualización para sentirse fuerte en un juicio ético,….

Perdón, creo que no estaba preparado para esta reflexión, porque cuando la había pensado, ni se me ocurrió que llegaría de nuevo a mi punto de origen. Voy a pensarlo más para poder desatascarme.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantan tus paradojas pero te invitaría a afrontar, en serio, potenciales prejuicios. Leete el ensayo de Isahiah Berlin del que os hable "Dos conceptos de libertad". Creo que te dará que pensar y que te gustará.
Saludos

Anónimo dijo...

Perdón, se escrie Isaiah y no Isahiah

Anónimo dijo...

En fin, que hoy no es mi día se escribe no se escrie.